Tomás Gil |
Gracias a Dios pude vivir esta experiencia, la de poder lograr algo con lo que siempre soñé y en lo que invertí gran parte de mi vida.
Fue todo muy rápido (como lo son todas las cosas maravillosas de la vida), al principio me costaba entrar en razón, aceptar la realidad. Esto se multiplicaba ya que no pude hablarlo con nadie durante un par de semanas.
LLegó el día. Arriba del avión, listo para viajar al viejo continente. Fue una mañana cuando llegamos a Madrid (Barajas) donde empecé a darme cuenta de lo que se venía. Tuvimos 5hs de espera para tomar el próximo vuelo que nos llevaría a Budapest (Hungría). Desde ese entonces comenzó a escribirse un capitulo del libro de mi vida que sin lugar a duda ocupa un lugar de privilegio.
Cuando me confirmaron que iba a estar entre lo seleccionados para formar parte del equipo que iba a hacer la gira por Europa, automáticamente empecé a intentar imaginarme de lo que iba a tener que vivir durante esa experiencia. Siendo sincero, nunca imagine que iba a ser algo tan hermoso. Nunca imagine vivir lo que me toco vivir. Fue algo maravilloso. Todo!!
Cada día que me levantaba, me daba bofetadas para asegurarme que no era un sueño lo vivido. Es que era algo mágico.
Correr las grandes carreras del calendario mundial, con profesionales que solo los había visto en revistas y, haber podido obtener resultados más que interesantes para mis expectativas. Haber podido establecer amistades en diferentes países, haber podido aprender tantas cosas y agrandado mi bagaje cultural de una manera tan importante. Haber podido conocer 7 países. Haber podido estar en El Palacio Real de los Reyes (Madrid), la ciudad y monumento de El Papa Juan Pablo II en Kracow (Polonia), el Centro Comercial en Praga (Republica Checa), bañarme en el río Danubio (Hungría), o pasear por las calles de Sofía (Bulgaria) es algo que cuesta explicar. Principalmente porque lo que me llevo hasta ahí fue mi fiel compañera de vida, mi bici.
Si bien para poder haber vivido lo que me tocó, tuve que pelearla durante años, dejando de lado infinidad de cosas, momentos, personas, etc. y que fue un sacrificio verdaderamente enorme (porque nunca firmé un papel que me asegurara poder vivirlo, por lo que todo podría haber quedado en solo un intento), también es cierto que me siento un afortunado. Es que, siempre supe lo que quise y como debía hacerlo, pero lograrlo estaba envuelto por muchos otros factores que no dependían de mi.
Hoy ya un poco más con los pies en el piso, cuando me recuerdo y analizo lo vivido, no dejo de sorprenderme. Nunca dudé que cuando uno se propone las cosas y se sacrifica por éstas, tarde o temprano la recompensa llega. Es por esto que mi ambición y mis deseos crecen cada día.
Ahora sé donde estoy parado, qué es lo que me falta, cómo debo trabajar y hacia donde tengo que ir. El camino está señalado y mis ilusiones son el motor que me impulsan a dar cada día más de mi.
Es cierto, nadie sabe lo que el destino le depara y solo Dios sabe lo que puede pasar, pero también es cierto que voy a molestarlo e insistir tanto que presumo que le ganaré por cansancio. Quiero, y querer es poder!
Tomas Gil.
“Los sueños, no son mas que realidades cuando se sabe lo que se quiere”
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