Hace algunos días (el 27 de abril de 2011) celebramos el 191 aniversario de la autonomía de nuestra amada provincia, de nuestro hogar -Santiago del Estero-. Suceso que se inscribió en las páginas de la historia santiagueña como un hecho fundamental, que implicó nada más y nada menos que la libertad y la autodeterminación de la provincia. Un acta y un manifiesto hacían realidad la voluntad y la obra de los precursores como Juan Francisco Borges y de cientos de santiagueños que entregaron sus vidas por este ideal. Hecho que en 1820 pudiera concretarse finalmente por Juan Felipe Ibarra y sus bravos soldados que consiguieron la autodeterminación como pueblo y como entidad jurídico-política. Esto se sumaría al concierto de la Confederación de las Provincias del Río de la Plata y a la posterior firma del Pacto Federal de 1831.
Hoy debemos replantearnos sobre cuáles son los yugos que coartan nuestra autonomía y nuestra libertad como seres humanos. Hoy son otros los enemigos que oprimen nuestra dignidad, que atacan a nuestros niños y jóvenes, confundiéndolos y haciéndolos errar de camino. Hoy el enemigo se inhala, se bebe, se fuma, se inyecta y nos mata como personas.
Hoy los enemigos son la droga y los monstruos que la procesan, la distribuyen o incentivan su consumo. Hoy los enemigos son la indeferencia, la pasividad o inacción gubernamental y social. Hoy los enemigos son la indigencia, la falta de oportunidades y de valores que dignifiquen al ser. Hoy el enemigo es la falta de amor.
Los enemigos son gigantescos pero no invencibles. A estos opresores lo venceremos con amor, con educación, con deporte, con solidaridad, con trabajo digno y oportunidades reales para todos. Debemos luchar hasta las últimas consecuencias para recomponer la familia, pilar fundamental para vencer a cualquier demonio social. No podemos darnos el lujo de seguir indiferentes mientras se hipoteca el más valioso tesoro que tenemos, nuestra niñez y juventud.
Basta de ser testigos cobardes de la destrucción de nuestro espíritu personal y social. Debemos contrarrestar y vencer la gran presión que existe a nuestro alrededor para tomar drogas o alcohol: en películas, en televisión, en publicidades, en cierto tipo de música, en revistas e incluso en falsos profetas que nos quieren hacer creer que somos raros por no querer drogarnos, fumar o tomar.
Debemos mantenernos firmes y no dejarnos influenciar por las falsas sensaciones de bienestar que nos engañan para consumir esas porquerías. La vida es muy difícil y a veces la realidad se torna muy dolorosa, sino no sería vida. La droga no hará, de ninguna manera, que se solucionen nuestros problemas, por el contrario, los agravarán aún más.
La vida también es bella y a veces es necesario sufrir para alcanzar la anhelada felicidad, es como la madre que pare con dolor y no le importa porque con su sufrir temporal está dando vida a su hijo, a su felicidad. Les aseguró que la felicidad llegará pero es necesario mantenernos firmes y armarnos con amor, solidaridad y coraje para decir NO a la perdición fatal de la DROGA en cualquiera de sus formas y presentaciones.
La batalla final no se ganará individualmente, se ganará solamente si somos una verdadera gran familia, capaz de amar y brindarnos al prójimo. Si seguimos pasivos e indiferentes estamos condenados a la esclavitud que aprisiona nuestra dignidad y, tarde o temprano, nos aniquilará y lo que es peor aniquilará a nuestros hijos.
Hoy debemos replantearnos sobre cuáles son los yugos que coartan nuestra autonomía y nuestra libertad como seres humanos. Hoy son otros los enemigos que oprimen nuestra dignidad, que atacan a nuestros niños y jóvenes, confundiéndolos y haciéndolos errar de camino. Hoy el enemigo se inhala, se bebe, se fuma, se inyecta y nos mata como personas.
Hoy los enemigos son la droga y los monstruos que la procesan, la distribuyen o incentivan su consumo. Hoy los enemigos son la indeferencia, la pasividad o inacción gubernamental y social. Hoy los enemigos son la indigencia, la falta de oportunidades y de valores que dignifiquen al ser. Hoy el enemigo es la falta de amor.
Los enemigos son gigantescos pero no invencibles. A estos opresores lo venceremos con amor, con educación, con deporte, con solidaridad, con trabajo digno y oportunidades reales para todos. Debemos luchar hasta las últimas consecuencias para recomponer la familia, pilar fundamental para vencer a cualquier demonio social. No podemos darnos el lujo de seguir indiferentes mientras se hipoteca el más valioso tesoro que tenemos, nuestra niñez y juventud.
Basta de ser testigos cobardes de la destrucción de nuestro espíritu personal y social. Debemos contrarrestar y vencer la gran presión que existe a nuestro alrededor para tomar drogas o alcohol: en películas, en televisión, en publicidades, en cierto tipo de música, en revistas e incluso en falsos profetas que nos quieren hacer creer que somos raros por no querer drogarnos, fumar o tomar.
Debemos mantenernos firmes y no dejarnos influenciar por las falsas sensaciones de bienestar que nos engañan para consumir esas porquerías. La vida es muy difícil y a veces la realidad se torna muy dolorosa, sino no sería vida. La droga no hará, de ninguna manera, que se solucionen nuestros problemas, por el contrario, los agravarán aún más.
La vida también es bella y a veces es necesario sufrir para alcanzar la anhelada felicidad, es como la madre que pare con dolor y no le importa porque con su sufrir temporal está dando vida a su hijo, a su felicidad. Les aseguró que la felicidad llegará pero es necesario mantenernos firmes y armarnos con amor, solidaridad y coraje para decir NO a la perdición fatal de la DROGA en cualquiera de sus formas y presentaciones.
La batalla final no se ganará individualmente, se ganará solamente si somos una verdadera gran familia, capaz de amar y brindarnos al prójimo. Si seguimos pasivos e indiferentes estamos condenados a la esclavitud que aprisiona nuestra dignidad y, tarde o temprano, nos aniquilará y lo que es peor aniquilará a nuestros hijos.
