jueves, 7 de enero de 2010

POR FAVOR, NUNCA MÁS

En estos casi cuatro años de labor con la revista nos tocó describir diversos aspectos de nuestra realidad social, pero ninguno nos causó tanto dolor, tanta impotencia como la muerte de criaturas, de los indefensos, de quienes todavía no recorrieron el camino de la vida, especialmente cuando es por accidentes, por situaciones que podrían evitarse si hiciéramos caso a las normativas sociales, a las pautas que pretenden ordenar el tránsito o al mismo sentido común.
Después de una tragedia uno se plantea los “Si Hubiera”:
Si el dueño del camión con acoplado hubiera estacionado en un lugar donde no obstaculizara el paso de los vehículos.
Si se hubieran arreglado las calles desastrosas de aquel barrio lleno de postergaciones.
Si el conductor del camión hubiera sido precavido a la hora de transitar por una calle donde los camiones de gran porte tienen prohibido el acceso, si hubiera tenido en cuenta que estaba pasando próximo a una escuela y que los sentidos deben estar más atentos que nunca.
Si nuestros niños hubieran aprendido sobre los peligros que implica el transitar por las calles, más en Quimilí, donde no respetamos ninguna norma de tránsito y pensamos que nunca nos va a pasar nada.
Si hubiéramos puesto más empeño en la práctica de la educación vial.
Y así como estos, hay tantos “hubieras” como accidentes: si hubiera llevado el casco puesto, si se hubiera colocado el cinturón de seguridad, si no hubiera ingerido alcohol, si hubiera ido más despacio, si no hubiera mandado el mensaje o hablado por celular mientras conducía, etc. etc. etc. etc.
Los hubieran no sirven para nada, no consuelan a la madre o al padre que perdió a su hijo, no devuelven la vida a la víctima, no contribuyen a reducir los dos o tres muertos por mes que tenemos en Quimilí por accidentes de tránsito.
El pretérito imperfecto del modo subjuntivo del verbo haber no conduce a nada. Tenemos que hacer: hacer respetar las normas, caiga quien caiga; hacer que la educación vial no sea un simple contenido de enseñanza, sino que sea un estilo de vida; hacer lo que los padres tenemos que hacer: ser padres y no amigachos de nuestros hijos, no darles un vehiculo sin estar responsablemente preparados, no enviarlos con esa potencial arma-automotor para que se mate o mate a alguien.
La fatalidad existe pero no contribuyamos en encontrarla. Actuemos como sociedad responsable para que no haya una familia más que lamente la pérdida de un ser amado. Que la muerte de esta niñita del barrio Triángulo no sea un simple número de la estadística fatal de nuestro pueblo.
No estamos preparados, de ninguna manera, para aceptar la muerte de nuestros hijos. Hagamos algo ya, porque la próxima víctima puede ser nuestro hijo y les aseguro que no habrá hubieras que puedan reparar el dolor.

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