Comencé a escribir esta carta y se me nubló la mente, no supe como seguir. Entonces me acordé de unas palabras que les había dicho alguna vez: “Todo está en la cabeza y lo más importante en el corazón”.
Así que apelé a mi corazón más que a mi mente. Lo primero que encontré fue a un grupo humano, que con sus defectos, sus caprichos, sus dramas, sus enamoramientos y con sus tantas ñañas, pero sobre todo con su gran fuerza de voluntad, con esas ganas de alcanzar un objetivo, con esa creencia de que “se puede”, se fueron ganando mi respeto, se fueron ganando mi cariño y, más aún, me ganaron.
Así que lo que les quería decir en primer lugar y, no se lo olviden, es que los quiero mucho.
Que sepan que esto que lograron es un paso grande, pero sólo un paso, aún falta mucho en esta búsqueda de la realización personal, en esta búsqueda de la felicidad.
La vida es complicada, dura y a veces muy dura. ¿Qué le vamos a hacer?. Así es la vida y no nos queda otra que vivirla.
Tropezarán muchas veces, se caerán muchas más. Pero ustedes tienen el temple de los que se levantan, de los que deciden pelearla hasta el final, de los que no se achican. Ya lo demostraron. Pero como les dije: la vida es dura y se van a caer.
Y si en unas de esas caídas, piensan que ya nada tiene sentido, que no queda otra que bajar los brazos, busquen en su corazón, allí encontraran la respuesta. Allí están sus familiares, amigos y compañeros. Allí está Dios. Y si creen que nadie los quiere, recuerden esto que le voy a decir: “el Profe Diego los quiere eternamente”.
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