martes, 19 de octubre de 2010

Beatificación de sor María Purísima de la Cruz: "Una monja que pisó suelo quimilense y se entregó a los más necesitados"

En una solemne Eucaristía celebrada en Sevilla, el sábado 18 de septiembre fue beatificada sor María Purísima de la Cruz, muerta con fama de santidad hace sólo 12 años, siendo superiora general de las Hermanas de la Compañía de la Cruz. La celebración fue presidida por el prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, monseñor Angelo Amato, quien lo hizo en representación del Papa Benedicto XVI.

El instituto de las Hermanas de la Compañía de la Cruz fue fundado en 1875 por Santa Ángela de la Cruz, tiene el carisma del trabajo con los pobres, unido a una fuerte vida de oración, similar a la que lleva una religiosa contemplativa. Usan hábito marrón y velo negro. Actualmente son unas 700 y están presentes en Italia (Roma), en la Argentina (Chaco y Tucumán) y en 52 localidades de España.

En la celebración estuvieron presentes las Hermanas de la Compañía de la Cruz que trabajan en la Argentina y especialmente en Quimilí y además y los vecinos Federico Gil y su esposa María Amelia y la Joven Catalina Parodi.

Sor María Purísima de la Cruz pertenecía a la alta sociedad madrileña. Al igual que lo hizo san Francisco de Asís, abandonó las riquezas para seguir más de cerca a Jesucristo. No es de extrañar que, para postulador de su causa, nombraran a un fraile franciscano.

Según declaró una religiosa del instituto a la agencia Zenit, la nueva beata “era una persona muy humilde, cercana, bondadosa, pero firme en sus órdenes, sobre todo si tenía que ver con la conservación del carisma original de la fundación”.

La clave de la santidad de la Madre Purísima fue la fidelidad a su carisma, especialmente porque tuvo que guiar su comunidad entre 1977 y 1998, tiempo en el que no pocos institutos afrontaron el desafío de saber interpretar el Concilio Vaticano II, y cuando tantos religiosos se despistaron.

“Ella supo cuidar este tesoro que le pusieron en sus manos y llevarlo a la época del post concilio. La han definido como un modelo de madre general en los tiempos actuales para que siga siendo fiel a su integridad”, dijo una de las hermanas.

“Ella nunca se salió de ese pentagrama”, asegura. “Era una persona muy culta (hablaba correctamente inglés y francés, estudió en colegios de gran prestigio) pudo haber desarrollado el carisma según su cultura”. Sin embargo, María Purísima de la Cruz siempre proclamaba la sencillez y humildad de su fundadora el “hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Jesús”.

Durante la homilía, monseñor Amato dijo que estas monjas perseveran “en la sana tradición, rechazando la moda efímera de cambios externos, exentos de eficacia apostólica”, y “cuando la mayor parte de los Institutos religiosos hoy sufren por falta de vocaciones, el de las Hermanas de la Cruz continúa teniéndolas en número considerable”

La beatificación de Sor María Purísima de la Cruz fue muy festejada por la comunidad religiosa de Quimilí ya que fue una de las Hermanas que estuvo en nuestra ciudad y en la región brindando su vida por los más necesitados.



La Niña del Milagro

La protagonista es una niña de La Palma del Condado (Huelva) que, según dictamina la causa de la beatificación, recuperó la salud tras la intercesión de Madre María de la Purísima. Ana María Rodríguez Casado, la niña del milagro, nació con una cardiopatía congénita y sin vena cava inferior. A los 13 meses de edad los médicos tuvieron que instalarle un marcapasos, informa el Diario de Sevilla

La noche del sábado 24 de enero de 2004, a las 21:30, cuando Ana María contaba con 3 años de edad, se desvaneció en los brazos de su madre. "Llevaba más de una semana con fiebre. La llevé al médico pero me dijo que era un virus. Cuando llegué a casa me comentó que se encontraba muy mal. Pensé que se había muerto. Se puso completamente morada y no respiraba", cuenta Paloma Casado. Tras una primera visita al centro de salud del pueblo, donde consiguen reanimarla, comienza un angustioso e interminable viaje en ambulancia camino del hospital Virgen del Rocío de Sevilla. "La niña llegó en unas condiciones pésimas al hospital", asegura Manuel Nieto, jefe del equipo médico que trató a Ana María. Se le había roto el cable del marcapasos provocándole una parada cardiorrespiratoria. Había sufrido el síndrome de stock adam, permaneció intubada con un edema agudo de pulmón y la falta de oxígeno en el cerebro le provocó una serie de importantes secuelas neurológicas. Dos días después, los médicos consiguieron conectarla de nuevo a un marcapasos. Ana María había salvado la vida, pero no era la misma. "Su llanto era distinto, era más un quejido. Tenía los ojitos abiertos pero totalmente idos", explica la madre.

Ana María recibió el alta médica el 10 de febrero. El neurólogo que la trató le advirtió a la madre que le quedarían secuelas, pero que era pronto para diagnosticar. La niña volvió a su casa en una silla de ruedas, sin hablar, "desconectada del medio". No conocía a nadie. "Cuando volvimos a casa tenía la esperanza de que en un entorno familiar se reencontrara con ella misma. Me resistía a pensar que pudiera quedarse así. No lo podía aceptar".

"Estaba totalmente desconcertada. Siempre le había tenido mucha devoción a las Hermanas de la Cruz y tenía mucha ilusión de que vinieran a ver a Ana María". Dos monjas fueron a su casa y de una carpeta que llevaban sacaron una estampa de Madre María de la Purísima. "Yo no sabían quién era, pero me dijeron que me encomendara a ella. Cogí la estampa y dije: Si eres santa sólo te pido que mi hija me vea y me conozca. No te pido más. Aunque se quede en la silla de ruedas, pero que esos ojitos me vean". Ana María le dio un beso a la imagen y le pasó la foto por la cabeza. Tras rezar, las hermanas se marcharon prometiendo volver al día siguiente para hacer una novena. Minutos después, Paloma escuchó la voz de su hija: "Mamá Paloma", exclamó primero. "Abuela Dolores", dijo después. "Hubo una mejoría instantánea. Salí a la calle corriendo, gritando que era un milagro".

Pero la recuperación no quedó ahí. Ana María le pidió a su padre que la ayudara a levantarse de la silla de ruedas. La niña, aunque había mejorado notablemente, aún no era capaz de mantener una conversación. "Le hice una novena a Madre María de la Purísima y al pasar unos días mi padre pasó por casa y la escuchó hablar perfectamente. La niña tenía la estampa de Madre en la mano y le dijo ´ella es la que me ha curado´".

El 19 de febrero, Ana María y su madre acudieron a la consulta del especialista, y en el pasillo coincidieron con el neurólogo, que no reconoció a la niña hasta que la madre le refrescó la memoria. A solicitud del galeno, Ana María fue sometida a diversas pruebas para comprobar el funcionamiento de sus sentidos y coordinación, entre otras actuaciones. El equipo médico, impresionado y sorprendido ante su evolución, manifestó que su curación había sido "excepcional, no previsible y difícilmente explicable".

No hay comentarios: