miércoles, 12 de junio de 2013

La violencia y la escuela


Por Olga Pereyra

En el mundo actual, la violencia ha penetrado todos los escenarios de la vida individual y social, todas las fibras del tejido colectivo y cada uno de los territorios de la geopolítica mundial.

Una de las cuestiones más preocupantes que se plantea la escuela es cómo responder frente a las situaciones de conflicto y de violencia instaladas en los ámbitos educativos. Esta es una problemática muy compleja y que no se puede simplificar.

La violencia como problema social nos involucra a todos y debe ser tratada desde la escuela con un enfoque sociocultural. Esto implica pensarla como un fenómeno histórico y socialmente situado, donde se busca revelar cómo se correlaciona el incremento de las desigualdades con su presencia como fenómeno social.

La violencia se expresa en la escuela como una problemática cada vez más pesada y el docente no sabe cómo reaccionar ante semejante recalada de incomprensión, agresividad, abandono, digresión e intolerancia, por nombrar algunas de las manifestaciones o conductas violentas.

El alumno es un sujeto, y como tal, imita y copia el modelo que socialmente se construye. Cuando la sociedad ofrece predominantemente modelos de violencia, modelos agresivos, esos son los aspectos con los que este sujeto se identifica. Es desde el aula donde debe pensarse y replantearse la solución de los problemas, mediante el diálogo y la mediación.

Creemos que la escuela hoy vive un desafío y una exigencia muy fuerte por parte de la sociedad: es el único espacio público comunitario que tiene las posibilidades de realizar la integración social, con una gran carga valorativa, basada en una pedagogía de la solidaridad.

Está claro que no es desde lo material que está en condiciones de llevarlo adelante, sino desde lo simbólico.

Trabajar la palabra, que se encuentra tan devaluada en nuestra sociedad, por medio de debates, permite ver al otro, escucharlo e interactuar mediante normas de respeto y solidaridad, porque donde circula la palabra la violencia va despareciendo.

La única salida de la violencia es la educación y la escuela tiene un poder extraordinario para revertir esa situación de conflictividad, en la búsqueda de soluciones mediante el diálogo y la ejercitación de valores que nos permiten ser cada vez mejores. Pero la familia debe acompañar este proceso sino cualquier esfuerzo será en vano.

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