Testigos expresaron a LEA Revista del Interior, datos sobre la experiencia vivida y manifestaron ver como sus camas, veladores, mesas y otros elementos circundantes se movieron levemente por un lapso de 3 o 4 segundos.
En el momento muchos creyeron que era una sensación personal pero con el transcurso de las horas las informaciones periodísticas versaban sobre un sismo de regular intensidad que se produjo a las 3.58 de la madrugada del 21 de febrero que despertó a gran parte de la población del Noroeste argentino.
El temblor tuvo epicentro a unos 45 kilómetros de la ciudad de San Miguel de Tucumán, prácticamente en el límite con Santiago del Estero, pero la intensidad y la magnitud provocaron que se sintiera en todas las provincias vecinas.
En la provincia tucumana se produjeron daños en edificios precarios y hasta hubo caída de parte de mamposterías, aunque no se reportaron heridos, mientras que en Santiago del Estero no provocó grandes daños o averías en las estructuras de las viviendas.
De acuerdo a los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES), con asiento en la provincia de San Juan, el sismo tuvo una intensidad de 5,9º en la escala de Richter, pero el dato más importante del movimiento telúrico fue su profundidad, registrada apenas a 27 kilómetros de la superficie mientras que los otros sismos que se produjeron en la región durante el mes de febrero, tuvieron una profundidad superior a los 100 kilómetros.
Coincidentemente con el episodio se produjeron cortes en el suministro de energía eléctrica en nuestra provincia, pero las autoridades de EDESE explicaron que no tuvieron relación con el movimiento telúrico sino con fallas técnicas en una estación transformadora operada por la empresa Transnoa ocurrida minutos antes del temblor.
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