lunes, 12 de diciembre de 2011

El Maltrato


Por extraño que pueda parecer, a la gente a veces le resulta difícil reconocer que está siendo víctima de malos tratos, especialmente cuando llevan muchos años conviviendo con ellos. Estas personas aceptan la situación como algo natural y creen que no se puede hacer nada al respecto. A veces creen, equivocadamente, que son ellas quienes provocan el maltrato por no hacer lo que sus padres les dicen, por infringir las reglas o por no estar a la altura de las expectativas de otra persona.

Una persona que se ha criado en una familia violenta o donde se infligen malos tratos tal vez no sepa que los miembros de una familia pueden tratarse de otra forma. Es posible que la persona que sólo conoce este tipo de relaciones crea, erróneamente, que golpear, pegar, empujar o insultar son formas absolutamente normales de tratar a los demás cuando uno está muy enojado.

Un niño que se acostumbra a presenciar episodios de malos tratos entre sus padres puede acabar creyendo que se trata de una relación completamente normal. Pero el maltrato no es una forma normal ni saludable de tratar a las personas.

En ocasiones, los autores del maltrato manipulan a sus víctimas: les dicen que hicieron algo malo o que “se lo buscaron”. Pero esto no es cierto. No hay una única razón por la que una persona maltrata a otra, pero sí algunos factores que parecen incrementar las probabilidades de que una persona pierda el control, grite, golpee o lastime: A veces, el haberse criado en el seno de una familia donde ha habido malos tratos puede hacer pensar a la persona que esto constituye un buen método de imponer disciplina. Otras personas recurren al maltrato porque no pueden controlar bien sus sentimientos. Por ejemplo, una persona que no puede controlar su ira o las situaciones personales de estrés (como la pérdida del trabajo o los problemas matrimoniales) puede atacar a otros. El consumo de alcohol o de drogas puede hacer que resulte difícil para una persona controlar sus actos.

Ciertos tipos de trastornos de la personalidad o enfermedades mentales también pueden interferir con la capacidad de una persona para relacionarse con otras de manera saludable o pueden provocar problemas de agresividad o autocontrol. Desde luego, no todas las personas que padecen un trastorno de la personalidad o una enfermedad mental se vuelven violentas.

Por fortuna, el autor del maltrato puede obtener ayuda y aprender cómo responsabilizarse por sus actos y terminar con esa conducta perjudicial, pero debe aceptar su problema y acudir a un profesional que lo trate.

Es normal que una persona que ha sido maltratada se sienta dolida, enojada y confundida por lo que le ha ocurrido. Es posible que se sienta culpable o avergonzada, o incluso responsable de lo sucedido. Pero el maltrato nunca es culpa de la víctima, por más que el autor de los malos tratos intente culpar a los demás.

A las personas que son víctimas de maltrato puede resultarles difícil obtener ayuda, porque para ello tienen que acusar a veces a alguien a quien quieren, alguien que puede ser maravilloso con ellos la mayor parte del tiempo y desagradable sólo en algunos momentos.

Es posible que teman las consecuencias de realizar una denuncia, ya sea por temor al agresor o porque la familia depende económicamente de esa persona. Por motivos como estos, el maltrato no se denuncia, y muchos niños y adolescentes, hasta incluso adultos (especialmente mujeres) no le cuentan a nadie lo que está sucediendo.

Las personas que son víctimas de maltrato necesitan ayuda. Mantener la situación en secreto no las protege de futuros malos tratos, sino que hace más probable que el maltrato continúe.

Si tú o alguien a quien conoces es víctima de maltrato, habla con alguien de confianza: un familiar, un maestro, un médico o un consejero escolar o religioso. Muchos maestros y consejeros tienen la formación necesaria para ayudarte a detectar y denunciar los malos tratos. O ve directamente a la policía, ellos sabrán qué hacer.

No hay comentarios: