viernes, 25 de abril de 2014

Nadar contra la corriente:

El salmón es una especie de pez única. Cuando es adulto y llega la época del desove (es decir, cuando deben depositar los huevos para el nacimiento de una nueva generación), vuelven al mismo lugar en donde sus antecesores desovaron. Lo extraordinario es que tienen que nadar en contra de la corriente. Los salmones a menudo desovan en ríos caudalosos, lo que significa un gran esfuerzo para nadar hasta su lugar de origen. Durante la travesía los peces no comen, su único objetivo es llegar. Los huevos depositados en el río viven un promedio de dos años en el lugar, y luego, ya convertidos en peces, retoman el río hasta llegar al mar. Sus padres que han desovado mueren en el lugar. Cuando sea la hora, harán lo mismo que hicieron sus progenitores: volver al lugar donde fueron fecundados para dar origen a la próxima generación.
Nunca ha sido fácil nadar contra la corriente. No lo es para un pez, menos para un ser humano. Evidentemente es mucho más sencillo nadar a favor de la corriente. Es cosa de dejarse llevar por la fuerza del río o del mar. No se necesita ser excepcional. La diferencia entre personas de carácter fuerte y las débiles, es que las primeras se fortalecen por su lucha por ir en contra de lo que es habitual en la mayoría y que prefiere no hacer olas y quedarse callados frente a lo que sucede a su alrededor. Ir contra la corriente en un mundo complicado donde las fronteras entre lo bueno y lo malo se hacen cada vez más difusas no es fácil. Al contrario, aparece como una labor titánica y en muchas ocasiones desesperanzadora.
Es muy difícil nadar contra la corriente. Es muy arriesgado y siempre quedas expuesto ante una sociedad que prefiere el facilismo y te tilda de raro o pelotudo cuando se intenta hacer las cosas bien. No siempre lo masivo tiene la razón y, a veces, hacer o decir lo contrario de lo que hace o dice la mayoría es sinónimo de pérdida de tiempo y de fracaso personal. Pero vale la pena seguir firme con las convicciones que forjan nuestra vida y sustentan nuestra integridad. Tarde o temprano la verdad y la honradez triunfarán y viviremos en una sociedad más justa para todos.
Ir contra la corriente es:
•Amar cuando dicho valor aparece cada vez más manoseado y relativizado por los fabricantes de odio. Amar de verdad, no con sentimentalismos de fantasía, sino con coraje, reflexión y voluntad.
•Ser verdadero aún a costa de la denigración y la burla, diciendo la verdad aunque sea dolorosa sin esconderse detrás de diplomacias mentirosas.
•Ser honesto en medio de piratas, defendiendo el derecho a la propiedad y la dignidad del creador.
•Vivir de manera auténtica en un contexto de actores que fingen ser lo que no son y se autoengañan riéndose cuando en realidad lloran por dentro. Ser brutalmente auténticos aunque eso no sea “políticamente correcto”.
•Atreverse a soñar. No perderse en la maraña de pesimistas y continuar cantando el canto de los soñadores, aunque alrededor suene la rechifla de la galería que ha optado por la inercia del pesimismo.
•Buscar con ahínco la verdad escondida en medio de gente que se ha conformado con estereotipos o prejuicios.
•Hablar por los que no tienen voz, o por aquellos que están amordazados por la tiranía o el miedo, aún cuando eso signifique ser silenciado por aquellos que prefieren la indiferencia al compromiso.
•Llamar al mal por su nombre y no con eufemismos de “buena crianza” que sólo esconden la corrupción y tapan la podredumbre a fuerza de mentiras.
•Integrar a todos los seres humanos sin discriminar a nadie de ninguna forma, porque hacerlo supone ir a favor de la corriente de aquellos que prefieren el prejuicio a la verdad.
•Creer sin excusas, y sin miedo a ser tildado de fanático ni inflexible. Entender que la vida espiritual no es un agregado, sino un elemento fundamental de la existencia humana equilibrada.
Miguel Núñez y Diego Eliseo Leonardo López


No hay comentarios: