lunes, 6 de septiembre de 2010

TRISTEZA INFINITA:


Pasadas las dos de la tarde, el clima de fiesta Cívica que se respiraba en la ciudad, pasó a convertirse en el peor escenario al que un ser humano desearía asistir. La muerte de una niña de cinco años. Otro accidente que nos deja de brazos cruzados, ante la impotencia, la imprudencia, la fatalidad o el destino injusto de una vida inocente que se apaga, sin que nada podamos hacer para enmenarlo.
Perdón pero no puedo darle a este artículo el formato de una noticia normal, con un punto final que cumpla con las descripciones del accidente, incluyendo los datos personales y listo, a seguir adelante.
No puedo, porque no quiero acostumbrarme a que esta realidad se haga cotidiana, porque podría haber sido mi hija la que yacía tirada en el asfalto. No puedo porque Tania, como se llamaba la nena fallecida, tendría que estar hoy disfrutando con sus padres y sus hermanos de un día maravilloso, como todos nosotros.
Pero duele tanto ver que nos estamos acostumbrando a esto, sin hacer nada para prevenirlo, como si estuviéramos derrotados porque no hay nada que hacer, porque ¡la vida es así!, porque ¡seguramente alguien tuvo la culpa y no manejan con prudencia! porque ¡hay que esperar tranquilos que estos accidentes no vuelvan a ocurrir, o simplemente pasen lejos de nosotros, de nuestros seres queridos.
Yo siento que es absolutamente triste asistir a esta realidad como meros espectadores, sin intentar como ciudadanos revertir en algo lo que nos está pasando; tengamos en claro que ESTAMOS PERDIENDO LA VIDA, y como si fuera poco miramos para otro lado. Me parece que somos capaces de proponer ideas, de participar con responsabilidad y de sumar conciencia colectiva para evitar accidentes de tránsito.
Está claro que si esperamos que las soluciones vengan de arriba seguramente van a demorar un poco y justo tiempo, es lo que no tenemos.
Tania Ornella Zerda, falleció en una ruta provincial (de tránsito internacional) por donde pasan cientos de vehículos, especialmente de pesado porte y a gran velocidad. El barrio Campo 1 y 2 expone a sus ocupantes (en especial a los niños que juegan a la vera de la ruta), a convertirse en víctimas del permanente Tránsito.
Los accidentes trágicos no cesan, cambian los protagonistas pero las muertes se suman y ya no podemos seguir asombrándonos, llegó la hora de ocuparnos de esta problemática, en serio; tomando decisiones políticas ACERTADAS. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga, y si es necesario todos los ámbitos competentes deberán fomentar y profundizar en cada ciudadano algo obvio pero aparentemente necesario en los tiempos que vivimos, EL VALOR POR LA VIDA.

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