lunes, 6 de septiembre de 2010

EL NIÑO DE LA MANSIÓN (por Alumnos de 8º AÑO de Escuelas Pías)

Si uno se deja llevar por el título la casa estaba maldita. Se trataba del antiguo caserón construido quién sabe cuándo a orillas de un camino que con el tiempo se fue cubriendo de malezas ya que nadie se animaba a transitar por allí.
Según la leyenda, la casa estaba habitada por ánimas que por diversos motivos se les cerró las puertas al Paraíso. La historia de la mansión atrapaba e imponía curiosidad a cada niño que la fuese a oír en las piernas de su abuelo o en los brazos de su madre.
Una tarde, los chicos del barrio se juntaron en la canchita, como lo hacían a menudo. Sin embargo, esta vez, alguien estaba cautivado con la historia de la mansión, Nelson, quien era el más preocupado por descubrir qué era lo que verdaderamente se encontraba allí. Quiso contar su preocupación, pero sus amigos estaban más interesados en jugar y divertirse y dejar de lado la famosa leyenda.
Nelson, entristecido regresó a su casa. Solo, en su habitación, analizó la situación, como era propio de su forma de ser. Era un niño callado, tranquilo, amable y cortés en sus modales, respetuoso; se podía decir que era diferente de sus amigos.
A la mañana siguiente, muy temprano se encaminó a la mansión, acompañado de su fiel amigo, el osito Filipo. Cuando se estaba acercando, comenzó a soplar una brisa que lo hizo temer aún más. No obstante, apretó a Filipo y comenzó a correr hacia la mansión. Estando en la puerta, apretó sus dedos y la golpeó fuertemente. Nadie respondió a su llamado. Intentó y golpeó de nuevo, golpeó, golpeó, golpeó, hasta que finalmente, un niño muy débil, con poco pelo, de aproximadamente 10 años, se acercó a la puerta y replicó:
- ¿Qué haces tú aquí? ¿No ves que estoy solo y abandonado?
- Yo… sólo quiero averiguar que es lo que hay aquí – Respondió Nelson con temor. En niño de la mansión lo dejó pasar. Nelson le preguntó por qué no salía de allí y por qué estaba tan solo si tenía una casa llena de juguetes y objetos lujosos que parecía que no los había tocado nadie hacía bastante tiempo. Matías, el niño de la casa, respondió que se sentía solo y no tenía amigos con quienes jugar. Nelson no dudó en invitarlo a la canchita para jugar con los suyos, pero Matías tuvo miedo y no aceptó. Nelson insistió hasta que por fin logró que el niño de la mansión saliera y tuviera muchísimos amigos.

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