miércoles, 29 de julio de 2009

MI LUGAR

EL LUGAR DESEADO
Es hermoso despertar cada mañana y sentir que uno se encuentra en el lugar deseado, el lugar que el corazón nunca permite alejar, aún en la distancia, por lo vivido y sentido. El mismo que fue testigo de amenos momentos en familia y con amigos, que a veces tanto se extrañan, y a quienes se desea regresar aunque sea por un instante.
La familia, los amigos, la escuela; mi vieja Escuela Nacional, con esas galerías inolvidables, bulliciosas y llenas de alegría, algunos grados con piso de madera, con ciertas fisuras, que a veces servían para esconder lapiceras de algún compañero y bromear constantemente. La canchita de Fútbol con sus arcos que ofrecían poca estética y el alambre al costado impidiendo que salga la pelota, de partidos que fueron entrañables.
El aroma en la mañana, cuando el pueblo despertaba y los escolares emprendíamos esa marcha cancina hacia la escuela, pateando cascotes, abrazados en uno mismo, sin querer llegar, y mas aún, si la jornada se presentaba difícil. ¡Que aromas tan intensos!, llenos de vida y de recuerdos en un corto trayecto largamente soñado.
Claro que sin ser demasiado grande, recuerdo una niñez con poca televisión y la muchedumbre en las esquinas planeando un interesante juego de bolillas, o preparando las tramperas y las escondidas si se nos presentaba la tarde. “Juegos que van quedando atrapados en el tiempo”.
Sin la tecnología de hoy, igual pienso, que teníamos todo lo que necesitábamos y por sobre todas las cosas, existía una buena comunicación.
¡Cuánto ha progresado mi pueblo!, pero cuántas cosas ha perdido también. Cuando los domingos, con las manos llenas de mandarinas nos íbamos a la cancha de Comercio a ver esos imborrables partidos de fútbol, y mi equipo de Juventud Unida presentaba al Chueco Montes con la número diez, al “Negro” Pereyra en la última línea, a Rubén Gómez, “Piri” Pérez, al “Negro” Ramírez, Gunina, Noriega, y Gauna; entre tantos buenos futbolistas que nos maravillaron en esa época y que bien podrían haber triunfado en el fútbol grande, a juzgar por lo que se ve por televisión en la actualidad.
¡Hoy, ese paraíso del pasado es un Baldío renegando de su presente!
No puedo olvidarme del paredón de color blanco que se extendía de norte a sur dividiendo en dos a Quimilí. Por suerte ya no existe, aunque todavía quedan sentimientos que separan. Hoy se observan las vías abandonadas que evocan el paso del tiempo y el origen de un pueblo que todavía discute su fecha de nacimiento, pero deja en claro que de los trenes descendieron muchos inmigrantes para poblar nuestra tierra, que hace más de cien años comenzaría a proyectar su destino.
Algunos edificios cambiaron de lugar, los almacenes se convirtieron en autoservicios, los vehículos se multiplicaron, al igual que las Religiones y el progreso cambió también hasta el ritmo de la gente.
Es hermoso vivir en Quimilí, porque mantiene la frescura de un Pueblo vivo, diferente a tantos otros, en su gente y su paisaje. Cautivante para algunos que llegan, e imposible de olvidar para aquellos que dejaron sus huellas en este suelo.
La nostalgia me lleva a recordar la plaza San Martín y los gratos momentos vividos con compañeros de la Secundaria que la vida aleja, aunque la memoria los estampe para siempre, como también a don Pedro, recientemente fallecido, que cuidó celosamente esa plaza tantos años, haciéndola especial y suya.¡…Y nuestra bronca por no poder ensuciarla libremente!
Cuántas costumbres se han modificado desde entonces, pero tantas se mantienen iguales, como el mate y la tortilla, los amigos, la familia y los anhelos de una vida tranquila.
Aunque se observen avionetas que perturban a los Quimilenses, obligando a un alerta permanente, habitamos un hogar de puertas abiertas y de amor al prójimo, de esfuerzo, de hospitalidad, de sueños y de ilusiones.
Es por ello que celebro los105 años de vida de esta hermosa ciudad. ¡Feliz Cumpleaños Quimilí! Todavía hay mucho por andar.
(Pablo César Acosta)

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