jueves, 22 de mayo de 2014

Perdoname… Yo fui


Publicado el 09 mayo de 2014
              Pablo Abelleira, periodista deportivo de Santiago del Estero, escribió una carta pidiéndole perdón a Leandro Chichizola, el arquero de River, suplente de Barovero, que en los últimos partidos le ha tocado atajar y es el héroe de este gran momento millonario, equipo que sueña con salir campeón luego de seis años en los que vivió absolutamente todo tipo de sinsabores. Claro, el bueno de Chichi no tenía buenos antecedentes en el arco riverplatense y el santiagueño se contactó con Aguanten Che para que hasta en Uruguay se sepa de su arrepentimiento.
 
Por: Pablo Abelleira
Perdóname, no podía iniciar el relato de otra manera. Yo fui uno de los que te insulté en el gol de Silva contra Vélez y te odié en el minuto final contra Boca Unidos. Yo fui el que siempre imploraba en cada ataque rival cuando vos estabas bajo los palos. Yo fui el que afirmé que lo de Estudiantes había sido un espejismo en un desierto. Por eso te pido perdón.
Ya pasaron un poco más de seis horas, debería estar durmiendo o realizando un trabajo que lo postergo desde hace rato pero no puedo, seguro vos tampoco dormís. Aún tengo la imagen viva en mis retinas y estará por siempre porque los cuadros que se guardan en el corazón son eternos.
Igual te confío que sigo temeroso de oír el despertador que me confirme que el sueño terminó. Es que pasó tanto de un instante de esta magnitud, fueron tantos golpes seguidos que nos dejaron al borde del tiro de gracia, por eso la desconfianza al volver a volar.
Siento tantas cosas que me cuesta expresarlas, creo que ni vos ni yo somos conscientes de lo que pasamos hoy. ¡Ah! Me faltó una cosa más por pedirte perdón, yo fui el que se enojó con Ramón por dejarte a vos hoy y no ponerlo a “Trapito”.
No hay luz donde estoy ahora pero cierro los ojos y todo brilla. En realidad me gusta recordar todo el momento.
Primero la desazón, el odio, la resignación; expresados en mis rodillas pesadas que se hincan en el frío mosaico, las manos rígidas sobre mi cabeza y la mirada fija en un punto ciego. El clásico sinónimo de una persona abatida. Te pido perdón por eso también, yo fui el que no tuvo ni siquiera un haz de esperanza.
Ya está, ni tiempo para insultar la decisión si yo grite penal antes que lo sancionen, ¡que infantil! Y en un relámpago de conciencia calculé los minutos que quedaban para intentar el milagro de tener una más tras sacar del medio; en consecuencia que para completar el combo lo ejecutaba un colega tuyo que tiene experiencia en el rubro.
Quedarían alrededor de dos minutos, una utopía. Teniendo en cuenta el contexto era hasta descabellado pensar en esa quimera. Sí me acordé de lo de Estudiantes, pero ni ese antecedente ni mi fanatismo me dieron aliento.
De repente te veo levantar los brazos y en esa manga corta negra de tu brazo izquierdo (es en lo único que te defendía, que uses la alternativa para atajar, me gustan más que los buzos) observo la cinta que segundos antes te dejaron por la expulsión de Maidana; me ilusioné.
Porque una cosa es tener la banda roja cruzándote el alma y otra distinta comandar esa escuadra. Entonces sentí felicidad por la oportunidad que te daba la vida, a vos un pibe de cuna riverplatense; un punto trascendental en la historia, la chance de dejar de ser una promesa discutida e inmortalizarte en páginas doradas.
Llega el segundo de gloria, cuando te observo elegir el costado que se interpondrá en el camino de la carcelaria no lo creo. Fue tan efímero todo que demoró más en escribirlo: ahí va el balón, es un misil cruzado que derrumbará nuestro castillo de ilusiones, dos pasos al frente para poner el pecho en nombre de todos, un alarido rompe el silencio, se contagia la voz, la noche se hace grande a tu lado, lágrimas de miles para dejar caer el telón.
Cuando el pitazo se escuchó, en realidad lo que vi fueron las manos agitarse con dirección al cielo y confundirse en abrazos y lo presumí al silbato, lloré no solo de locura sino también porque la vida en me acaba de dar una lección magistral.
No juzgar y estigmatizar a una persona por un error de su pasado ya que ella puede ser dueña de una felicidad presente impensada.
Gracias Chichi y perdóname yo fui ese tonto que demoró unos años en dejar de odiarte para amarte.


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