miércoles, 27 de julio de 2011

La Memoria guarda los hechos de los últimos 30 años:

En aquella época, en la década del 70, Quimilí respiraba la monotonía de los años del gobierno de facto. Quienes vivíamos la niñez o la adolescencia no terminábamos de entender la profundidad de la vida política de entonces y, tras la obediencia a nuestros padres, se cumplían órdenes sin hacer demasiadas preguntas, o si las había, no tenían respuestas.

Unos cursaban la primaria, la secundaria y otros la universidad o el nivel superior en otras ciudades.

Rememoran los vecinos que en 1978, Quimilí tuvo la visita del entonces presidente Videla, con motivo de la inauguración del Hospital Zonal Bernardo Houssay y de las 78 viviendas construidas en el actual barrio Luján. Una época plagada de errores y de dolor para toda la nación.

La contracara de los recuerdos del mundial de fútbol que ganó Argentina en 1978, quedó marcada con la desaparición de miles de argentinos, por razones que solo se explican con la soberbia y la infamia.

Entre los tantos desaparecidos figura Sara Isabel Ponti. Su hermano, el poeta y escritor, Adolfo Marino Ponti, “El Bebe”, escribió el 5 de julio de 2004:

“No existe ninguna historia personal sobresaliente que no tenga su origen en la pasión. Sara Isabel Ponti, nació con ese fuego, que baño su alma, con las llamas del amor a la justicia, al conocimiento, a la vida…

Nació el 6 de mayo de 1944, en Quimilí. Se crió en el campo junto a sus hermanos y a sus padres Aidee Días y Ángel Pericles Ponti.

El sulky que traqueteaba las huellas para trasladarla a la Escuela Provincial… donde inició sus estudios primarios, le enseño quizás, aquello que verificó el poeta Antonio Machado: “Caminante no hay camino / se hace camino al andar…”

Las pecas que dibujaban su rostro tenían la tonalidad de las flores silvestres, cuando sus pétalos manchan la tierra con su hermosura. La gringuita pecosa, con lágrimas de flor en su rostro, terminó sus estudios primarios con notas distinguidas y el cariño de todos sus maestros y maestras.

Prosiguió su formación secundaria en el Instituto Incorporado Mariano Moreno, una vieja casona que nutrió el pensamiento de tantos hijos de este pueblo que jamás se resignó a ser un páramo.

Egresó del Mariano Moreno con el título de bachiller y maestra normal. Debido a sus notables calificaciones fue honrada con la medalla de oro, por obtener el promedio más alto, en la promoción a la que pertenecía.

A los 18 años viajó a Córdoba con el fin de continuar sus estudios universitarios. Una valijita no solo le sirvió para guardar sus prendas, sino también para que su sueño llegue intacto a la gran ciudad. El sueño de ser doctora, el sueño que el Mariano Moreno les inculcaba a los jóvenes que pasaban por sus aulas…

Inició sus estudios universitarios en la facultad de ciencias médicas de la “Docta”… Mientras cursaba su carrera, vio las jornadas revolucionarias del “Cordobazo”. Otro fuego encendió su alma y su corazón se inclinó por aquellos que luchaban por un país más justo. Supo desde ese día que un ser humano se construye como tal, solo cuando se identifica desde la solidaridad con el otro… Supo también, que todo aquel que vulnere la condición humana estaría en la antípoda de su ética…

Se recibió de médica cirujana en dicha universidad. Su promedio de graduación figura aún entre los más altos de la facultad de ciencias médicas de Córdoba…

Concursó luego, con dos mil colegas para realizar la residencia en Buenos Aires, cuatro fueron los ganadores, entre ellos, la “Piruca”, la “Gringa”.

Se trasladó a la ciudad de Buenos Aires y ejerció su residencia en la especialidad de gastroenterología del Hospital Penna.

La designaron jefa de residentes de dicho centro hospitalario. Luego concursó para ingresar al equipo del distinguido e inolvidable cardiocirujano Doctor René Favaloro. Su ardiente dedicación, la premió con el objetivo anhelado. Pasó a integras el equipo del afamado médico, con quien ejerció su profesión a fines de 1977.

Pero, no solo la medicina ocupaba su tiempo, también la militancia contra los militares procesistas que habían violado la constitución y detentaban el poder con feroz tiranía.

Viaja a Europa para denunciar internacionalmente las violaciones a los derechos humanos que sistemáticamente realizaba el gobierno de facto.

En el viejo continente, toma la decisión de sumarse activamente a la resistencia contra dictadura militar, comandada por Videla y compañía. Cumpliendo el mandato del artículo 21 de la Constitución Nacional, regresa al país y se encuadra en una de las organizaciones del peronismo revolucionario que luchaba en el país.

En noviembre de 1979 es secuestrada por una patota de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). La mantienen cautiva en ese campo de concentración donde desaparecieron 5000 compatriotas. Según testigos que sobrevivieron al exterminio y acreditaron legalmente tal acto, fue torturada y vejada salvajemente. Estuvo presuntamente con vida hasta 1982. Luego nunca más se supo de ella. Pero las flores silvestres que pintaron su rostro le siguen regalando a su tierra amada, también los pétalos de su alma. No tuvo ningún derecho a defenderse, fue privada de las garantías normadas por la constitución.

Borraron su cuerpo, le negaron el derecho a una sepultura cristiana. La Desaparecieron…

Aunque podemos afirmar con toda seguridad, cuando una maestra le dice a su alumno escriba en la pizarra lo que dijo Sarmiento: “Bárbaros, las ideas no se matan”… La gringuita, la médica que llegó a operar bajo la dirección del Dr. Favaloro, resucita en cada tiza, pues nunca hay olvido para quienes amaron al prójimo…”

Fuente: “Quimilí Ayer y Hoy… Quimiles en flor”

Gentileza de la Licenciada Norma Andolfi

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