jueves, 17 de julio de 2014

“Coronados de Gloria Vivamos o Juremos con Gloria Morir”

 Cada año, el 20 de junio, nos encontramos un puñado de argentinos, a veces más, a veces menos, la mayoría docentes y alumnos, para rendir homenaje a la memoria de una de las personas más nobles de nuestra Patria: Manuel Belgrano y, junto a él, pretendemos enaltecer el mayor legado de amor y de entrega solidaria que sólo un verdadero patriota pudo haber hecho a su nación que empezaba a dar sus primeros pasos: nuestra querida Bandera.
Belgrano, un humanista brillante, hombre de leyes, una de las personas más cultas de su tiempo; precursor de la educación, del comercio, de la ciencia, del cuidado del medio ambiente; se vio obligado a asumir un rol más en beneficio de la patria. Pero no obligado por intereses económicos, sectores partidarios, por instituciones o personas externas a su ser, sino más bien obligado por su firme convicción de libertad, por su inalterable amor al prójimo y amor a la nación que empezaba a crecer. Fue así que tomó la espada y se convirtió en general de las guerras por la independencia.
Como militar, fue un jefe humanitario y sensible, justo con sus tropas y generoso con los enemigos; magnánimo y modesto en el triunfo;  firme, valiente y esforzado soldado en las peores derrotas. Belgrano tuvo una concepción predominantemente nacional, en la que lo nacional equivalía a lo americano, y siempre antepuso los intereses de la Patria a los de los partidos, sectores o individuos.
Si hay que hablar de Manuel Belgrano hay que hablar de esfuerzo, de generosidad y amor por la educación, de modestia, de honestidad, de sincera defensa de la libertad: de la libertad civil, de la libertad política, de la libertad de expresión,  y fundamentalmente de los derechos humanos.
En el contexto en el cual tuvo lugar el accionar de Belgrano encontramos un país que peleaba por su independencia: en lo externo crecía la amenaza bélica de un poderoso imperio español que recuperaba sus fuerzas y de otro imperio pirata que pretendían lograr el sometimiento económico de nuestro incipiente país. En lo interno, las lacras de la ignorancia, el espíritu sectario, las mezquindades, las montoneras, todo parecía condenar al fracaso el sueño anhelado de nación...
Hoy nuestro país vive otras crisis, que salvando las distancias se comparan con aquella que existió en aquel entonces. Las incertidumbres son constantes, nada resulta estar demasiado claro y las noticias cotidianas parecen invitar al desaliento o a la huida.
Hoy nadie quiere hacerse cargo de cosas tan necesarias como la capacidad para el sacrificio solidario; para el trabajo constante y sostenido; para el estudio responsable, la honestidad, entre otras cosas que aquí, en el lugar del mundo que sea y en la época que imaginemos, son el secreto para lograr las mejoras personales y sociales que nos harán verdaderamente grandes.
 A veces tenemos la falsa creencia de que el culpable de nuestras miserias siempre es el otro; que las soluciones a nuestros problemas vendrán de un salvador que nos hable bonito y nos prometa las mil maravillas para nuestra existencia. Y no nos damos cuenta que la respuesta está en nosotros, en nuestra decisión de valorarnos y empezar a ser responsables y dedicados en lo poco o mucho que nos toque hacer en nuestra familia y comunidad.
Hoy, recordando al gran Belgrano, los invito a empezar a cumplir con la promesa que hacemos cada vez que entonamos nuestro Himno Nacional y cuyos versos son los que más enfatizamos: “Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir”. Inspiración que nos insta a vivir con responsabilidad y que cada miembro de la sociedad haga lo que tiene que hacer: El gobernante siendo honesto, responsable y direccionando sus obras en la búsqueda del bien común y no el propio o el de unos cuantos; el obrero, empleado, trabajador, dando lo mejor de sí en cada tarea, oficio o servicio que le toque realizar; el docente sembrando cultura, ciencia, paz y amor en cada enseñanza, en cada ejemplo dentro y fuera de la escuela; los padres amando, respetando, cuidando e inculcando los valores fundamentales a sus hijos, siendo dedicados en el trabajo, solidarios y verdaderos ejemplos de tenacidad en la búsqueda del bienestar familiar; y los hijos, niños y jóvenes, estudiando, respetando a sus mayores, regalándonos esa energía vital que los caracteriza, enfocada en el estudio, el deporte, la cultura, cuidado del medio ambiente y de los bienes comunes y públicos.
Belgrano fue un hombre común, como podría serlo cualquiera de nosotros. De hecho padeció enfermedades que lo llevaron a la muerte siendo aún joven y murió en la más rotunda pobreza y en el olvido de los hombres de su tiempo. Pero aquel hombre se supo distinguir de sus pares por el gran amor a su país, que demostró en cada uno de sus actos, siempre priorizando los intereses de la Patria a los propios, resignando incluso su merecida recompensa económica, donándola para la creación de escuelas.
Quiera Dios que tengamos la grandeza, valentía y la capacidad de asumir nuestras responsabilidades para que el sueño de nuestro gran héroe y creador de la bandera, se haga realidad también hoy.

Discurso 20 de Junio 2014. Diego Eliseo Leonardo López


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