jueves, 6 de septiembre de 2012

Violencia de género constituye un atentado contra el derecho a la vida

 El fallecimiento de Luisa Rosana Coronel, víctima de los golpes que recibió del cobarde maricón de su ex-marido, Juan Emilio Medina, puso en el ojo de la discusión la siempre presente violencia de genero en nuestra comunidad. Esta vez la muerte no pudo ocultar esta lamentable realidad por la cual son sometidas cientos de mujeres en Quimilí.
 los malos tratos son un problema social y la violencia de género constituye un atentado contra el derecho a la vida, la dignidad y la integridad físico-psíquica de las víctimas. Auténtica violación a sus derechos humanos.
 En la mayoría de los casos, la mujer que es presa de malos tratos o agresiones físicas en forma sostenida, pierde su identidad. Pierde la conciencia de sí misma. No puede distinguir entre lo malo y lo bueno. En medio de la desorientación en que se ve envuelta, piensa que la vida no tiene sentido sin su maltratador, porque ella misma no puede tomar decisiones. Su autoestima no existe. Su única esperanza es que él cambie... pero eso no ocurre.
 Lo que busca toda violencia es la anulación del otro. Y no necesariamente en términos físicos, sino también la anulación identitaria. En el caso de violencia hacia la mujer se da otro componente importante, que es el de la posesión y que va encaminado a dominar e imponer totalitariamente una serie de parámetros. ¿Por qué? Porque tradicionalmente muchos hombres han sido educados (mal educados) en base a la idea de que la mujer, de alguna manera, le pertenece, es inferior o es algo que puede manejar. Los agresores usan ese presupuesto ideológico para justificar la violencia que ejercen.
 El agresor, en principio, no es un enfermo pero sí un cobarde, un maricón. Es un delincuente, tal y como están establecidas las leyes y por ello debe estar preso. Pero para que esto último ocurra hay que denunciarlo, los receptores de las denuncias deben actuar rápidamente y no hacer oído sordo o la vista gorda ante la cotidianidad de estas acciones violentas.
 Los hijos son siempre receptores directos de la violencia aunque no hayan recibido una bofetada, ningún zarandeo, ni una mala respuesta. De entrada, son espectadores de un clima de estrés, de tensión. Eso les afecta porque no saben interpretarlo. Se contaminan los procesos de referencia que tiene el niño a la hora de construir su conducta o su propia personalidad.
 La sintomatología psicológica en los niños, es similar a la de las madres: estrés postraumático, trastornos de ansiedad, desordenamiento de la conducta. En cuanto a la transmisión intergeneracional del maltrato, existe la posibilidad de que los niños masculinos repitan el patrón del agresor y las niñas el de la víctima.
 Nosotros como sociedad no debemos dejar pasar por alto esta realidad. Debemos denunciar; participar de las marchas en contra de la violencia y de los violentos; procurar que los encargados de protegernos e impartir justicia, lo hagan sin titubeos. Hoy fue Rosana, mañana puede ser cualquiera de las cientos o miles de mujeres que tuvieron la desgracia de caer en manos de estos cobardes maricones, potenciales asesinos, que se creen machitos por someter a golpes a la mujer.

Diego Eliseo Leonardo López
Editorial de LEA Revista del Interior

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