miércoles, 21 de noviembre de 2012

Recuperar la esperanza

A instancias de realizar un trabajo para geografía humana cuando estudiaba en el profesorado, me tocó encuestar a algunas personas en un asentamiento precario en las afueras de la ciudad en la que vivía. Una de las preguntas de la encuesta era: ¿Qué es la dignidad para usted? Y se me grabó en la mente y en el alma una respuesta de una señora que con lágrimas en los ojos me respondió: “la dignidad para mi es poder darle un techo donde vivir a mis hijos, así sean unas cuantas chapas, pero que sea de ellos y a partir de allí trabajar duro para alcanzar algo mejor”.


Cuanta sabiduría encontré en sus palabras y tanto significaron en mi vida que las adopté como filosofía de vida y las recordaba cada vez que sentía que el mundo se me volvía en contra y mis fuerzas se veían superas por la adversidad que propone la cotidiana realidad de aquellos que nacieron pobres y sin recursos. Entonces sacaba fuerzas de donde no imaginaba y seguía en la lucha, estudiando y trabajando porque estaba convencido de que ese era el camino de la superación.

Dios y la vida quisieron que no perdiera la esperanza y no me alejara del objetivo de alcanzar la dignidad de tener un techo propio para mi y para mis hijos. Dios y la vida quisieron que valorara y aprovechara las posibilidades que me dio el estado y mi familia de estudiar y trabajar para tener un presente y un porvenir mejor.

Hoy muchas personas se encuentran sin la dignidad de un techo que las cobije, sin la atención elemental de la salud o sin acceso a la educación. Algunos por desidia, otros por falta de oportunidades y otros por estar sumidos en una pobreza tan profunda que les hicieron perder la esperanza. Por ellos debemos trabajar los gobernantes, educadores, comunicadores y cada uno desde el lugar que ocupe en la sociedad para devolverles la esperanza y que crean firmemente que se puede salir de ese círculo que les impide progresar.

Pero para ello son necesarias políticas que los inserten en el sistema laboral y no que los acostumbren a recibir la dádiva asistencialista del estado que muchas veces es utilizada como instrumento de manipulación de los gobiernos para obtener votos; son necesarias políticas educativas serias, inclusivas, que mejoren la calidad del proceso de enseñanza aprendizaje, que prepare a los niños y jóvenes para la vida y no fomenten el facilismo con tal de aumentar la estadística de egresados; son necesarias políticas sanitarias que garanticen dignidad y profesionalismo en la atención de la salud de todos; son necesarios los buenos ejemplos de los referentes políticos y sociales, especialmente de aquellos que han sido elegidos para guiar nuestros destinos.

Además, es muy común, entre los más favorecidos socialmente, incurrir en prejuicios de que todos los postergados están en esa condición por no querer trabajar o por conformarse con la ayuda social que reciben, pero lo cierto es que la falta de trabajo decente es una realidad, las opciones de estudio no son iguales para todos y que desgraciadamente las preferencias políticas hacen que se cometan muchas injusticias por favorecer solamente a los que son del mismo partido del gobernante de turno.

Si queremos ver los verdaderos cambios sociales que dignifiquen a todos, debemos comenzar por revertir estos vicios y prejuicios que están enquistados en nuestra comunidad, superan nuestros egoísmos y trabajar todos por el real bien común de todos.

Diego Eliseo Leonardo López

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