lunes, 5 de marzo de 2012

Aprender de los errores:


Muchas veces, solo a través de nuestros errores, tenemos la oportunidad de reflexionar y aprender algo nuevo. Solo después, de revisar las consecuencias de una acción que acabamos de realizar, es cuando podemos reconocer el error que hemos cometido. Es esta la razón por la cual nos resulta tan difícil prevenir algunos errores, porque solo podemos reconocerlos, una vez que los hemos cometido.

Desarrollar la capacidad de reconocer y aceptar nuestras equivocaciones, amplia nuestra visión de la realidad, nos impulsa a asumir nuestra responsabilidad y nos enseña además, a reconocer la presencia de otros a los que afectamos con las consecuencias de nuestras equivocaciones.

Cuantas veces hemos escuchado decir que: “Cometer errores es de humanos”, pero lo más importante, es que los reconozcamos a tiempo y asumamos el compromiso de corregirlos. Sino, pasa lo que pasó en la discoteca Cromañón, en la reciente tragedia del tren en Once, o sin ir más lejos, en los accidentes con resultados fatales protagonizados por los micros de pasajeros que conectan el interior de nuestra provincia.

Nadie se hace cargo en serio de estas realidades corrompidas, nadie con poder real de decisión y acción hace algo para evitar que sigan sucediendo las fatalidades cotidianas que vivimos. Total cuando la prensa ya no las nombran -en los pocos casos que las nombran, ya que a nivel provincial la prensa masiva no muestra toda la realidad- el problema aparentemente desaparece.

Mirar para otro lado o hacer la vista gorda ante los errores o inacciones es una constante en nuestra provincia y hay temas que muchos no los tocan por miedo a ser afectados en su tranquilidad. En materia de salud por ejemplo, estamos postergados años luz y se cree que con solo edificios se resuelve el problema. Lo cierto es que el común de la gente, si no tiene recursos económicos solventes, se muere al padecer alguna enfermedad grave que exija un tratamiento de alta complejidad.

En educación, si bien se hizo mucho y hay que reconocerlo, la postergación continúa. Cada año, miles de niños y adolescentes santiagueños se quedan fuera del sistema educativo por falta de espacios adecuados de formación y de políticas que dignifiquen la tarea de enseñanza aprendizaje.

Todos los años hay realidades adversas que se repiten, nos cuesta aprender de las cosas que hicimos mal y muchas veces la terquedad no nos permite asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos o como gobernantes. Es más fácil echarle la culpa al otro, ignorar o negar que las cosas están mal. Por eso estamos como estamos o recibimos lo que recibimos.

No es sencillo aceptar nuestras equivocaciones y nos da bronca que otros descubran que hemos cometido errores. Sin embargo urge la necesidad de aprender de estas fallas para no volver a cometerlas; tomar las decisiones mas acertadas para revertir las adversidades y que el bien común sea el objetivo fundamental de nuestro quehacer personal y social.

Reconocer que fallamos o que no hacemos lo que tenemos que hacer, constituye una señal de madurez, humildad, responsabilidad y amor. Si ese reconocimiento viene de parte de quienes conducen los destinos de las masas y, si trabajan para enmendar el error, es signo de una grandeza inusitada que permitirá, sin lugar a dudas, el crecimiento y bienestar de todos.

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